Hola, primavera.
No te he querido saludar hasta ahora, porque empezaste demasiado bien. Me gustaste. Sin querer, me agradaban los días en los que estabas conmigo, los días que lo demás no se atrevía a destacar. Me impresionó la importancia que tomaste en un momento. Tu fuerza. Tus buenas intenciones. Tus promesas. Lo que provocabas en mi cuerpo cuando te notaba cerca, y lo que pensaba mi mente cuando estabas dentro. Tu constancia. Como te ganaste importancia, sin querer. Pero claro, lo que mucho promete algo esconde. Y como no, como ser natural, el ser humano posee la intuición, y como no, por algo. Yo no sabría deciros si la intuición en sí es una característica que surge desde el corazón o desde la cabeza, porque al fin y al cabo, somos seres demasiado naturales. La primavera llega, pero con ella no se va el frío. Sólo aparece la falsa ilusión de ello, de que las imágenes oscuras van a desaparecer, y es entonces cuando pasa lo peor. Cuando no te lo esperas.
Es hoy, primavera, cuando llueve.
Y es hoy, primavera, cuando te saludo.
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